Leyendo la historia de Gedeón en el libro de los jueces, llegué a la parte donde el angel del Señor viene a hablar con Gedeón.
El pasaje dice que “El ángel del Señor vino y se sentó debajo de una encina”. Qué interesante ¿verdad? El ángel no viene a Gedeón, en medio de una luz resplandeciente, o en medio de truenos y relámpagos, llega y se presenta de una manera muy común, muy ordinaria; Sentado debajo de una encina, como lo haría cualquier otro visitante que se está protegiendo del sol.
Aunque en la biblia si encontramos historias en las que la manifestación de la presencia de Dios se dió en medio de humo, truenos, fuego, o luz resplandeciente, a veces nos olvidamos que la mayoría de los encuentros de los hombres con Dios eran en circunstancias menos espectaculares.
Los caminantes a Emaús platican por largo tiempo con un forastero sin darse cuenta que era Jesús. El domingo de resurrección María Magdalena está llorando fuera del sepulcro, cuando Jesús se le aparece y ella piensa que es el jardinero.
Al leer estos pasajes, me doy cuenta que Dios quiere que nuestros encuentros con él sean de una manera más natural, una manera menos mística, menos espectacular.
Cuando metemos los encuentros con Dios en el área de lo místico y lo espectacular, los volvemos algo raro, esporádico, algo fuera de este mundo, algo solo para los “Superespirituales
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La misma encarnación de Jesús, nos habla del deseo de Dios de hacer simple lo complejo y acercar lo lejano. Dios a través de Jesús se convirtió en mi vecino, en mi compañero de trabajo, en la persona que camina cerca de mí cuando voy al mercado.
Dios es extremadamente comunicativo, y diariamente quiere comunicarse con su creación, con sus hijos.
Que abramos nuestros ojos y oidos espirituales para verle y oirle de la manera más natural y a través de las cosas más comunes. En la llamada de una amigo, en la sonrisa de un extraño, en una puesta del sol y porque no: Sentado debajo de una encina.
ESCRITO por: Jesús Adrián Romero
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